Daimons & Apolitas

Si tú no puedes leer lo que dice arriba, no te sientas mal. La mayoría de nuestra gente ha perdido la habilidad de leer nuestra lengua nativa. Es una lucha constante la que vivimos para educar a nuestros jóvenes.
Por más de once mil años nuestra gente se ha dispersado. Nosotros nos hemos aventurado a todos los rincones de esta tierra tratando de encontrar tierras seguras para nuestros hijos. Nosotros existimos encima y debajo de la tierra. Algunos de nosotros vivimos como reyes y otros como ratas en las cloacas.
No hay duda de que tú eres uno de nosotros y que haz venido aquí buscando conocimientos acerca de tu herencia.

Te damos la bienvenida. Muchos de nuestros niños son huérfanos forzados a vivir en pequeños grupos o inclusive algunas veces solos junto a los humanos. Pero tienen corazón.
Hay ciudades enteras y comunidades nuestras que florecen en este mundo, viviendo nuestras cortas vidas, aunque tengamos múltiples enemigos.
No tienes que estar solo. Este sitio te permite contactarte con tu gente para que ellos puedan brindarte un hogar y protección por el corto tiempo que tú estarás en esta tierra. O por largo tiempo, si posees el coraje de cazar a los patéticos humanos quienes malgastan sus dones.
Para aquellos cuyos padres murieron antes de que pudieran pasarles nuestro legado, aquí está la historia de nuestra raza:

Nuestros inicios datan de antes del tiempo, somos hijos del dios Apolo. Por siglos el nos protegió y alimento mientras fuimos desterrados por su miserable padre Zeus quien tuvo celos de el hecho de que nosotros fuéramos superiores en todas las formas posibles a la raza que Zeus había creado.
Nuestro divino padre Apolo nos permitió establecernos en la isla de la Atlántida donde tuvimos una bienvenida calurosa de parte de sus habitantes nativos. Nosotros vivimos en armonía con ellos por siglos, mezclando nuestra sangre con la de ellos mientras nosotros tratamos de convertirnos en la raza elegida. Nuestros poderes fueron incomparables a cualquiera que haya estado después o desde aquella época. Nosotros vivimos en paz con nuestros hermanos Atlantes.

Pero la malvada raza del hombre no nos pudo dejar en paz. Celosos de nuestra tranquila posteridad, ellos iniciaron una guerra contra nosotros. Año tras año, siglo tras siglo, ellos cazaron a nuestros ancestros. Nosotros podíamos haberlos destruido, pero Apolo nos dijo que los dejáramos en paz. El insistió en que ellos no valían la pena y nosotros lo escuchamos.
En el año de 9527 AC, nosotros nos dimos cuenta del por que él no nos permitió pelear contra ellos. Nuestro padre nos había traicionado. El nos olvidó, a sus hijos, a favor de los humanos. Todo el que portara nuestra sangre fue brutamente maldecido por el a tener una vida de solo 27 años. En nuestro cumpleaños número 27, nosotros lenta y dolorosamente nos reducimos a polvo en un periodo de veinticuatro horas.

Mientras vivimos nuestras vidas, estamos condenados a caminar solo en la oscuridad, por siempre marginados de la luz del sol que él controla, y somos forzados a vivir únicamente de la sangre de los de nuestra clase. Nosotros tenemos colmillos, visión de animal y el poder de los dioses.
Muchos de nuestros Apolitas prefieren suicidarse un dia antes del cumpleaños 27 para escapar del cruel horror que prescribe nuestras muertes. Algunos como los de el culto a Polux, eligen pasar por el sufrimiento del día que Apolo nos destino; ellos creen que si esta es la voluntad de Apolo, nosotros debemos soportarlo. Otros poseen la templanza para retar la maldición de Apolo. En ves de convertirse en victimas, ellos dejan atrás el mundo Apolita y se tornan contra los humanos por su salvación.

Ellos matan a los devaluados animales humanos y toman sus almas dentro de sus propios cuerpos, esto los convierte en Daimons. Cuanto el alma humana viva dentro de ellos, vivirá el cuerpo del Daimon. Desafortunadamente los humanos son débiles y sus almas mueren, así que los Daimons son forzados a reabastecerse en pocas semanas. Eso no importa. Como todas las sucias sabandijas humanas se procrean salvajemente, nosotros tenemos una inagotable fuente de alimento.